Hacia el consumo cero de energía en los edificios

Las principales urbes del planeta llevan décadas creciendo, siglos en su mayor parte, y han ido respondiendo con mayor o menor acierto a los retos a los que se iban enfrentando. Redes de abastecimiento de agua, de saneamiento y alcantarillado, calles y carreteras, medidas para mejorar el aire que respiran sus habitantes, etc.

Esa tendencia humana de concentrarse en ciudades sigue en aumento. El 54% de la población mundial era urbana en 2015 (con cerca de 7.000 millones de personas en el planeta) y el porcentaje subirá más del 70% en 2050, cuando haya más de 9.100 millones de seres humanos.

Pero, si no se toman medidas con urgencia, esto se traducirá en un incremento inasumible de las necesidades de consumo energético, una contaminación que ya es irrespirable en algunos de estos lugares, desesperantes dificultades de movilidad, etc.

Las ciudades tienen que responder a estos desafíos con una nueva manera de gestionar los recursos y de buscar sostenibilidad. Este planteamiento debe abarcar muchos ámbitos: social, económico y medioambiental. Las tecnologías de la información y las comunicaciones existentes facilitan esa transformación que requieren las grandes poblaciones, con el trabajo conjunto de ciudadanos, empresas y administraciones.

Con el apoyo del Big Data

Las urbes más avanzadas de todo el planeta están dando pasos muy rápidos para adelantarse a ese escenario de 2050 y han abordado distintos proyectos innovadores que les permitan mejorar la eficiencia de sus infraestructuras y prepararse para crecer y cambiar en la medida en que lo hagan las necesidades de su población. Son las smart cities.

Hoy, por ejemplo, es posible recopilar todo tipo de datos, en tiempo real, sobre el funcionamiento de una ciudad, y analizarlos para que los gestores puedan tomar mejores decisiones. El internet de las cosas (IoT), que permite conectar el mundo físico en todo tipo de aparatos y dispositivos, combinado con el análisis del Big Data, abre grandes oportunidades. Sólo es necesario aplicar inteligencia sobre la información, para extraer datos relevantes, y voluntad de convertirlos en mejoras para la mayoría de la población, siempre dentro del uso sostenible de los recursos.

Hay algunos ejemplos punteros que marcan la tendencia en el ámbito de las smart cities en todo el mundo. Por citar sólo tres: el despliegue de tecnología NFC (Near Field Communication) en Tokio; el proyecto de «luz inteligente» en Ámsterdam, un alumbrado público que consume menos energía que el convencional; o a la inmensa red de sensores en Singapur conectados a Internet que recopilan datos en tiempo real para detectar riesgos de inundación en los desagües, evitar atascos, ofrecer información sobre el transporte público, analizar la calidad del aire, encontrar un parking libre, etc.

En España se ha puesto en marcha una Red de Ciudades Inteligentes creada por el Estado. No existe una iniciativa parecida en ningún otro lugar. Con una inversión próxima a los 200 millones de euros, esta Red, que engloba a cerca de 80 municipios, está ayudando a difundir mejores prácticas, conocer nuevas políticas de éxito y a impulsar una digitalización «ecointeligente» que está llevando a España a situarse entre los países más avanzados en este terreno de las smart cities. Barcelona, Madrid, Málaga, Santander, Valencia, Bilbao, Sevilla o A Coruña cuentan ya con proyectos punteros en este sentido.  Y la tasa de penetración de móviles en España, una de las más altas del planeta, colaborará para que las iniciativas que se están poniendo en marcha surtan efecto.

Construir sostenibilidad

El sector de la construcción tiene mucho que aportar para lograr entornos urbanos más sostenibles y eficientes. Se estima que las ciudades son responsables del 75% del gasto de energía mundial y generan el 80% de los gases responsables del efecto invernadero.

Por eso hay que fomentar el uso de elementos arquitectónicos de vanguardia e infraestructuras dotadas de soluciones tecnológicas avanzadas, que aumenten la calidad de vida de una ciudadanía cada vez más exigente.

En este nuevo entorno hay que construir edificios que tiendan a un consumo cero de energía. Esto se consigue, para empezar, con edificaciones autosostenibles, capaces de autoabastecerse utilizando los recursos del área en la que se ubican. El uso de la energía solar o la masa térmica y un estudio bioclimático de la zona permiten crear un sistema en el que la calefacción y refrigeración se alimentan de la energía que absorben, sin consumir recursos adicionales.

Además, los materiales juegan un papel fundamental en este proceso. La tendencia debe orientarse hacia un modelo en el que se proyecte el uso y el comportamiento de cada edificio en el futuro, incluyendo los sistemas necesarios para aislar, aprovechar el sol, contabilizar el consumo de electrodomésticos, etc.

Otro elemento importante es el diseño, que estudia detalles fundamentales como la colocación de ventanas, distribución de espacios, orientación, iluminación natural, etc., para minimizar el gasto energético.

Protagonismo de la rehabilitación

Para reconvertir las grandes urbes en ciudades sostenibles también es necesario conceder un protagonismo esencial a la rehabilitación: España tiene 1,6 millones de construcciones por rehabilitar energéticamente. Si más del 30% de la energía que se consume en el país viene derivada de la edificación, según los datos de Ciemat, hay que esforzarse en mejorar las condiciones de los edificios ya existentes.

Fachada, aislamiento, carpintería… son muchos los elementos que deben formar parte de las actuaciones de mejora y mantenimiento que necesitan las infraestructuras. Primero, porque no es posible ni deseable borrar y crear desde cero las ciudades. En segundo lugar, porque el compromiso para adaptar la sociedad y avanzar hacia las exigencias que plantea el futuro debe involucrar al conjunto de la población. Que el comportamiento sostenible de todas las personas logre que España sobresalga en este entorno avanzado.

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