Guía práctica para entenderme con mi constructor

La afirmación vale para cualquier tipo de construcción. Y se refiere al hilo de comunicación que se establece con un proveedor de confianza, al que se ha elegido, y del que depende, en muchos casos, que el trabajo final sea satisfactorio. Una vivienda dentro de un edificio, un chalet… siempre construcciones absolutamente relevantes para sus propietarios porque representan un espacio en el que vivir, trabajar, criar a los hijos… y, siempre, una inversión significativa en su economía, sea cual sea su envergadura.

La construcción es una actividad compleja. Requiere enormes conocimientos técnicos en múltiples especialidades distintas y muy dispares entre sí y la coordinación de todas ellas para llevar a cabo un proyecto completo que cumpla con unos firmes requisitos en el ámbito tangible: de tiempo, presupuesto, calidad… e intangible: funcionalidad, estética, etc.

Todas estas peculiaridades, unidas a una creciente exigencia por parte de un consumidor/cliente cada vez mejor informado y con ideas muy claras sobre lo que desea adquirir, imponen una presión extra en el sector, que debe introducir los cambios necesarios para satisfacer esa nueva demanda.

Todo esto nos lleva casi siempre a pensar en las grandes decisiones o estrategias empresariales de gestión; pero este post pretende justamente lo contrario: aportar un esquema práctico para contribuir a mejorar algo esencial y mucho más sencillo, la comunicación entre el constructor y su cliente.

Para ello, proponemos unos cuantos consejos fáciles de aplicar y que consiguen cimentar una mejoría en el diálogo entre ambas partes:

  • Cómo transmitir mis ideas: ningún proveedor es capaz de realizar una buena propuesta o un buen proyecto si no entiende bien lo que necesita el cliente. Los constructores, tampoco. En este punto, el inicial de cualquier trabajo, es imprescindible ser capaz de explicar cuáles son los objetivos que se persiguen. No hay nada más cruel que unas expectativas sin cumplir y, a menudo, estas dependen de detalles más que de cualquier otra cosa. “Lo imaginaba de otra forma…” es algo que no se debe nunca mencionar en un proyecto final, pero sí en el prototipo. Es el momento de saltar barreras de lenguaje, dedicar tiempo al briefing inicial, recurrir a ejemplos visuales, etc. El constructor necesita saber qué quiere el cliente, cuál va a ser el uso detallado de la vivienda, para cuántas personas está destinada y con qué peculiaridades (movilidad de los ocupantes, legislación sectorial, especificidades de la actividad, etc.) antes de ponerse a diseñar un proyecto.
  • Lenguaje: los profesionales dominan el nombre técnico de todos los elementos de una obra pero para un profano una imagen más que mil palabras: perderse en los vericuetos de definiciones que nos llevan a intentar explicar algunas cosas es muy poco operativo porque el lenguaje como instrumento de comunicación es también complejo y admite muchas variantes y éstas son enemigas del entendimiento. Hay matices que es necesario explicar a través de imágenes: un esquema, un dibujo, una foto o, incluso, “una forma de pisarlo” pueden ayudar a llegar al elemento que se necesita.
  • Espacio: la distribución de los espacios es esencial en cualquier edificio. Hay técnicas que permiten realizar simulaciones para colocar tabiques, separaciones, etc. y buscar una distribución acorde a las necesidades del uso del inmueble. Ojo con las medidas en metros porque la percepción pude llevar a engaño si no se visualiza un espacio completo.
  • Materiales: las empresas constructoras son las que realmente dominan la funcionalidad, ventajas y cualidades de cada material; el cliente debe incidir en su función y uso para dejarse aconsejar en este sentido. Esta exigencia cobra especial importancia en el caso de edificios sostenibles en los que se busca un consumo cercano al cero y la máxima eficiencia.
  • Estética: no todos vemos la realidad de la misma manera; los colores, las texturas son fundamentales. Hablamos de acabados, que son los protagonistas de la impresión final que uno recibe y traslada las expectativas a una foto, un momento. Es muy importante ver en persona los materiales antes de elegirlos, dejarse aconsejar por los profesionales pero no decidir hasta no tener una idea clara de cuál va a ser el resultado final. En este sentido, las herramientas que permiten visualizar una decoración, cambiar colores de pinturas, etc. para ver su efecto son de gran ayuda a la hora de elegir.
  • Presupuesto: la transparencia es la mejor opción para tener una relación fructífera. El sector está trabajando con una enorme presión en los costes fijos y cada vez más tiende a establecer contratos en los que ambas partes comparten riesgos y beneficios, de manera que trabajan como aliados en un proyecto.
  • Plazos: es importante que los plazos estén muy claros desde el inicio del trabajo; actividades que no pueden parar, con fechas clave en las que es necesaria una operatividad completa de instalaciones, etc. deben ser compartidas y asumidas por ambas partes con el margen suficiente para hacer frente a cualquier contratiempo.
  • Solución de problemas: cualquier proyecto, y máxime cuando tiene esta envergadura, está sometido a eventualidades que pueden provocar retrasos, requerir actuaciones adicionales no previstas, cambio de materiales, etc. Una relación transparente y una comunicación fluida entre ambas partes ayuda a minimizar los efectos de estos contratiempos con el mínimo perjuicio para ambas partes. Sinceridad y ganas de colaborar deben regir todas las relaciones entre constructor y cliente de principio a fin de los proyectos.

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