Dentro del ámbito de la construcción, pocos negocios han vivido tantas transformaciones como el sector hotelero. Apenas nada tiene que ver el diseño interior de hoy en día con el de los establecimientos de veinte años atrás: sobre todo, se han incorporado de manera constante nuevas tecnologías y avances para desarrollar una actividad más sostenible. También se han sumado diferentes cambios en las costumbres de los huéspedes, que se han trasladado a los hoteles, desde el hall a las habitaciones, tanto en los diferentes espacios pensados para los usuarios como en el backoffice en donde trabaja el personal.
La manera de edificar también ha evolucionado radicalmente en torno a dos conceptos: cada establecimiento espera responder a un nicho determinado de clientes y esos clientes exigen más que una habitación cómoda. Así, por ejemplo, se diferencian los hoteles urbanos, cada vez más abiertos al exterior, de las construcciones alejadas de las grandes ciudades, que tratan de integrarse a la perfección en sus respectivos entornos, buscando generalmente garantizar tranquilidad e intimidad al cliente e incorporando elementos de la arquitectura local. En todos, la oferta tiene que llegar mucho más lejos de una cama confortable y un buen servicio.
España, además, es un país muy exigente. Resulta lógico, puesto que el turismo representa cerca del 10% de su PIB. Los diferentes actores que participan de esta actividad son cada vez más conscientes de que la manera de mantener el volumen de negocio actual y de que sea sostenible en el tiempo, e incluso de que crezca en el futuro, radica en la necesidad de seguir situando a España en la mente de los consumidores por la calidad de sus hoteles.
El reto de la rehabilitación
En cuanto a los hoteles urbanos, como apenas hay suelo disponible para construir nuevos establecimientos en el centro de las grandes ciudades españolas, ha crecido la rehabilitación de espacios. Puede tratarse de la reconstrucción de antiguos inmuebles que tuvieron otro uso o de la “puesta al día” de hoteles ya existentes. Ambos necesitan soluciones muy distintas desde el punto de vista constructivo.
A la vez, han aparecido nuevos modelos de negocio: fondos de inversión españoles e internacionales están adquiriendo edificios para mejorarlos y que los explote un tercero, con una probable venta a otro patrimonialista más tarde, una vez que el establecimiento se encuentra en condiciones de recibir huéspedes.
En el caso de la remodelación, las empresas constructoras suelen enfrentarse a un doble reto: responder a las necesidades del cliente sin que éste tenga dejar de operar el hotel, para minimizar el impacto de la obra en su cuenta de resultados. Y, además, lograr que la reforma genere los menores trastornos a los huéspedes.
Así, el cumplimiento de plazos en la rehabilitación de hoteles es una exigencia mayor de lo habitual. Por eso hay que ser especialmente cuidadosos con los acabados, por ejemplo. La empresa que gestiona el hotel necesita reducir los tiempos desde que la obra se entrega hasta que se puede empezar a comercializar. Si hay que hacer repasos se alargan los tiempos y el cliente pierde dinero.
Hacia el “hotel inteligente”
Respecto al diseño interior no se puede hablar de una sola tendencia en los hoteles, ya que se están orientando a nichos, buscando segmentos concretos de clientes. Hay algunos elementos comunes en los establecimientos urbanos, como la búsqueda de un diseño espectacular (con conceptos de hospitality & contract) y su apertura a las ciudades. Hace unos años, los grandes hoteles marcaban distancias respecto al exterior. En cambio, hoy tienen una parte importante de su negocio en personas que no se hospedan allí, pero que comen en sus restaurantes (que suele tener un afamado chef), se dejan ver en sus bares o cafeterías “de moda”, se refugian del calor veraniego en sus terrazas espectaculares, se reúnen en sus business centers, acuden a congresos en sus salones, se relajan en sus zonas wellness o hacen ejercicio en sus gimnasios.
La incorporación de las nuevas tecnologías es otra constante en el sector. Cualquier hotel sin WiFi y que no cuide el entorno mobile resultará muy poco atractivo para personas que se alojan por negocios o de cara a los jóvenes que no pueden vivir “desconectados”. La evolución se dirige a paso veloz hacia el “hotel inteligente”, en donde las nuevas tecnologías ayuden a mejorar la estancia de los clientes a la vez que hacen más eficiente la gestión completa del edificio: climatización, iluminación, etc., a través de apps propias en muchos casos que pueden servir hasta para gestionar la reserva de hamacas junto a la piscina o “customizar” la habitación con proyecciones en las paredes a gusto del cliente.
Espacios sociales
El sector hotelero (viajes y turismo, en general) se ha distinguido también por situarse a la vanguardia de la transformación digital y ha sabido monetizarla. Es uno de los que mejor ha sabido explotar para sus acciones de marketing el data, la información disponible en la Red sobre los usuarios, y reinventar su relación con los consumidores, personalizando mucho más el alojamiento y consiguiendo que sus clientes estén más satisfechos.
El grupo Meliá, por ejemplo, anunció este verano que en 2018 aplicará un precio distinto a cada cliente, en función de su fidelidad y de otras variables, a partir de la información que la cadena ha obtenido a través del Smart Data.
La influencia de Internet también afecta al diseño: están desapareciendo los enormes mostradores de caoba del vestíbulo que había en el pasado, pues el registro se hace cada vez más online y el checking a través del móvil. Ahora, estos espacios se están reconvirtiendo en lugares de bienvenida informales y distendidos. Y hay que lograr que sea un “hotel social”, ya que el volumen de “likes” se ha convertido en la medida de la popularidad. El lujo se comparte en las redes y todo el mundo quiere fotografiarse en lugares míticos. Por eso hay que facilitar que los clientes quieran compartir su visita en Instagram, Twitter o Facebook, diseñando espacios sugerentes y únicos, buscando una conexión emocional y un cierto “misterio”, y que capten en Internet la atención de potenciales clientes.
Hay otras tendencias que influyen en el diseño, como los “hostels”, hoteles que ofrecen habitaciones compartidas y, a veces, cocinas en donde los clientes pueden hacerse su propia comida, cada vez más populares entre el público joven. En algunos ya es posible reservar o buscar personas para compartir a través de Instagram.
Por último, la sostenibilidad es otro concepto que ha transformado la manera de planificar un hotel. Así, se han incorporado materiales cradle to cradle, más respetuosos con el entorno, al igual que mejoras en la eficiencia energética y otras medidas innovadoras que reducen el impacto de los establecimientos, a veces autosostenibles, sobre el medio ambiente.